Tres Principio Fundamentales del Instituto Bíblico

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Por Dorothy Cederblom

Había tres principios fundamentales que formaron la base de la estructura y desarrollo del programa de educación.

El primer principio era la creencia que cada creyente llega a ser un obrero para Dios.  No existía el sentido de apartar un grupo selecto como los ¨llamados¨.  Cada nuevo convertido respondió en obediencia a Dios y sentía una necesidad de ganar a otros.  Se enseñaban clases sencillas de doctrina antes de comenzar el culto.  Estas clases estaban abiertas a todos, en especial a los creyentes nuevos.

Los convertidos testificaban por causa de un rebosamiento de fervor, así necesitando enseñanza y dirección para que el resultado de su testimonio pudiera ser eficaz.

Estos estudios se condujeron en un ambiente saturado por el movimiento del Espíritu Santo y los estudiantes, si no fueron líderes de un grupo pequeño, pronto se movían a una posición de ministerio.  El enfoque no era entrenamiento pre-ministerial, sino enseñanza mientras que ellos estaban en el ministerio.

El segundo principio que dominaba el programa de entrenamiento para el ministerio era la accesibilidad de los estudios.  Se adaptaron las clases según el estilo de vida de aquella área.  Las necesidades de los alumnos dictaban el currículum y se adaptó a su nivel de capacidad escolar.        

El tercer principio que guiaba el crecimiento del instituto bíblico era la responsabilidad de cada docente para compartir y ser mentor de los alumnos.  Pasaban tiempo con los estudiantes; comían con ellos, alababan al Señor con ellos en los cultos, y les aconsejaban en circunstancias informales adonde el alumno sentía toda libertad de expresarse francamente.  Altamente motivados a discipular a sus alumnos, y ellos sentían una responsabilidad personal en cuanto a su carácter espiritual y desarrollo.

En uno de los países de la América Central se notó que todos los ejecutivos de las Asambleas de Dios recibieron su entrenamiento en un instituto que no era el de la Capital.  Estaba ubicado en un área suficiente lejos que los profesores no viajaban todos los días para enseñar. Pasaban una semana o dos con los alumnos compartiendo no solamente las clases, sino participando en todas las actividades del instituto.  Resultó en una relación de mentor/profesor que produjo el liderazgo reconocido en el ministerio.

Estos mismos principios deben ser la fundación de nuestra evaluación de donde estamos hoy día, y deben guiarnos en la formación de decisiones del futuro.

Aunque bien sabemos que las necesidades dentro de los países nuestros  cambian, la necesidad de preparar líderes es más grande que nunca…la única manera en que el Instituto Bíblico pueda mantenerse fiel a su llamamiento es por medio de una auto evaluación metódica y por preguntarnos cuestiones específicas.

Este desafío está delante de nosotros y responderemos al impulso del Espíritu Santo. 

Ciertamente Dios ha bendecido la obra de las Asambleas de Dios en la América Latina. Los institutos bíblicos y otros programas de entrenamiento han producido obreros y líderes piadosos, y nuestro crecimiento ha sido fenomenal.  ¡A Dios sea la gloria!  Sin embargo, con todo el éxito y aceptación que nos gozamos hoy, hay un peligro de querer mantener el status quo y quizás perder el fervor pentecostal que era el ímpetu de nuestro movimiento.  Ahora es el tiempo de evaluar objetivamente lo que hacemos en nuestros programas de entrenamiento hoy día, de reafirmar nuestra razón de ser, formar metas para el futuro que verdaderamente son sujetas al plan eternal de Dios, y encontrar maneras de  implementar estas metas.